Laisser ce que l’on a et prendre ce que l’on n’aurait pu imaginer.
Sonaron doce campanadas en el atrio de la incertidumbre.
Por la mañana una mujer sin rostro
no dará la cara en la maquila,
habrá una persona menos en la población sordomuda
de casas con ventanas miopes
donde el mosaico del cielo
no hace juego con la corona de lágrimas,
azar en el desierto
donde el único libre de culpa es el soplo
que arroja la primera piedra,
porque ya no es necesario carear la frontera
para palpar la muerte.
Doce campanadas